EL OBISPO QUE LLEVÓ A ROMA EL TERCER SECRETO DE FÁTIMA, AFIRMÓ:

  "El mensaje dado por la Santísima Virgen en Garabandal es el mismo que Ella dio en Fátima, pero actualizado para nuestro tiempo"

Lo dijo Monseñor Joao Pereira Venancio, Obispo de Fátima.

FOTO: Conchita con Mons. Pereyra Venancio en New York

Monseñor Joao Pereira Venancio, Obispo de Leiría-Fátima, Portugal, ha sido el Obispo cuyo nombre será siempre conocido por su vinculación con Fátima y Garabandal. Fue durante su cargo pastoral que el “Tercer Secreto de Fátima” fue llevado a Roma.

El Obispo Venancio es bien conocido por su profunda piedad. Con frecuencia habló con Sor Lucía, la vidente de las apariciones marianas de Fátima y también visitó a Conchita la vidente de las Apariciones de Garabandal.

El Padre Alfred Combe, quien fue cabeza del Movimiento de Garabandal en Francia, relata su encuentro con el Obispo Venancio.

Dice el P. Combe

El 21 de julio de 1983, mientras acompañaba a un grupo de peregrinos desde Saint-Etienne, Francia, a Fátima, tuve la alegría de ser recibido por el Obispo Venancio y tener con él una larga y privada conversación. Ahora puedo publicar esta inolvidable entrevista, pero hay varias cosas que quisiera mencionar antes:

Que la primera vez que yo me entrevisté con este santo Obispo fue en Leiría, en la Oficina de la Cancillería en 1961.

Que yo sabía que en dos viajes que él hizo a Estados Unidos, las dos veces visitó a Conchita, que es la principal vidente de Garabandal, la cual ha estado viviendo en Nueva York desde que se casó en 1973. Estas visitas no eran casuales ya que Conchita era bien conocida por Lucía de Fátima.

Un importante detalle; yo llevaba en mi mano derecha un anillo que el gran apóstol de Garabandal, Joey Lomangino, me dio en 1977, cuando visité Nueva York. El le había dado el mismo regalo a Conchita y a varios sacerdotes y laicos, todos “obreros” de la Santa Madre, como un signo de nuestra “comunión” y colaboración en la difusión del mensaje de Nuestra Señora.

La conversación con el Obispo Venancio:

P. Combe —Excelencia, le estoy muy agradecido por recibirme en esta audiencia privada. Este es nuestro segundo encuentro.

J. P. Venancio —Querido padre, mi memoria me falla. Por favor, ayúdeme a recordar.

P. Combe —La primera fue en 1961. Yo vine de Francia para implorar de su generosidad una estatua de Nuestra Señora de Fátima para un gran evento francés-portugués, que yo estaba organizando en el distrito de Lyon, un acto que tuvo gran resonancia en toda la región, ya que reunió a más de 10.000 personas.

J. P. Venancio —Recuerdo perfectamente. Yo le di a Ud. una estatua con una bendición especial, ya que era una de las cuatro que hicieron el “recorrido de paz” después de la II Guerra Mundial. En aquel día de adoración yo le envié al Rector de la gran Basílica de Fátima con la orden de dejarle a Vd. la estatua de Nuestra Señora. Cuando él regresó a Fátima me dio cuenta del magnífico programa y fiesta que le dejó impresionado, así como por la calidad del programa religioso.

P. Combe —Pero todo ese programa, Excelencia, fue por la Gracia de Dios y por la benevolencia suya. ¿Sabía Vd. que esa estatua de Nuestra Señora de Fátima ha traído muchas bendiciones espirituales y temporales? Todavía hoy ella es venerada en mi capilla privada. En mi hogar tengo una fotografía donde Vd. está retratado en el hogar de una joven a la cual Vd. visitó en Nueva York. Ella es alguien a quien Lucía conoce.

J. P. Venancio —En la casa de Conchita de Garabandal. Sí, querido padre, yo he notado que Vd. lleva en su dedo un anillo que a mí me dice más de lo que Vd. cree. Sí, yo fui a visitar a Conchita en Nueva York. Estuve encantado de las horas que pasé en su hogar con su familia. Y le diré algo, ella tuvo el acto gentil de quitarse el anillo que llevaba en su dedo, igual al que Vd. lleva, y me lo dio diciéndome: “Excelencia, le daré esto a Vd. sólo hasta su muerte”.

P. Combe —Excelencia, lo que Vd. me ha dicho ahora ha sido para mí una gran revelación. Le agradezco el que Vd. lo haya compartido conmigo.
Yo lo acepté y como Vd. lo he llevado siempre, por años, junto a mi anillo pastoral. Como Vd. podrá imaginarse esto ha traído un sin fin de especulaciones, no muy discretas por cierto, aún por parte de algunos de mis hermanos obispos. He usado este anillo hasta este año, 1983, pero como ya estoy muy avanzado en edad y deseaba que este anillo fuera devuelto a su dueña antes de mi muerte, lo he enviado a Conchita hace varias semanas, con una carta de agradecimiento y mi más sentida bendición.

J. P. Venancio —Mi querido padre, ¿es Vd. el sacerdote francés que trabaja difundiendo el mensaje de Nuestra Señora del Monte Carmelo de Garabandal de España?.

P. Combe —Sí, Excelencia, y es por esa distinción que tengo la alegría de encontrarme con Vd. hoy.

Entonces, sucedió algo inesperado, algo que me dejó tan atónito que me cuesta aún el relatarlo, sin embargo debo decirlo con simplicidad: el Obispo Joao Pereira Venancio se levantó y se arrodilló a mis pies. Entonces tomó mis manos entre las suyas y mirándome fijo a los ojos me dijo:

“Bendito sea Vd. y gracias, querido Padre, por la maravillosa labor apostólica que Vd. está haciendo por Nuestra Señora del Monte Carmelo de Garabandal”.

Entonces el Obispo se sentó frente a mí.

P. Combe —Estoy todo confundido por su gesto, Señor Obispo, pero muy agradecido por sus palabras, no por mí sino por el Mensaje de Garabandal.

J. P. Venancio —Este mensaje dado por la Santísima Virgen en Garabandal es el mismo que Ella dio en Fátima, pero actualizado para nuestros tiempos.

P. Combe —Yo siempre he pensando lo mismo, Excelencia, pero Vd. enfatiza la palabra “actualizado”. ¿Quisiera Vd. aclararlo?

J. P. Venancio —Es muy simple. En 1917, en Fátima, la Virgen no nos advirtió la crisis que sufre la Iglesia hoy, y que tanto nos duele; crisis de doctrina, de catecismo, de moral, de liturgia, de disciplina, de sacerdocio, de vida religiosa, etc., y como resultado la gran confusión de los fieles. ¿Por qué? Porque no había razón para advertimos esos peligros en 1917.
De hecho en ese entonces la situación era normal y algunas cosas perfectas. ¿Recuerda Vd. cómo era en ese entonces la piedad Eucarística, la devoción Mariana, el sentido cristiano del pecado, la frecuente recepción del Sacramento de la Penitencia, la liturgia, la fidelidad al Papa como sucesor de Pedro?
En Garabandal, en 1961, la situación era ya diferente. Nosotros no veíamos los grandes peligros que se avecinaban, pero la Virgen Santísima los veía. Y porque Ella es Madre y Profeta, vino a esa pequeña aldea española para damos y, explícitamente, advertirnos y llamarnos de nuevo a la oración, al sacrificio, a la penitencia y a la conversión. En otras palabras, en Garabandal, Ella puso al día su Mensaje de Fátima, para la iglesia de hoy.

P. Combe —Conchita de Garabandal con frecuencia ha dicho que el mensaje de Nuestra Señora del Monte Carmelo fue un “mensaje de salvación”, así que nosotros podríamos agregar, “mensaje de salvación para nuestro tiempo.

J. P. Venancio —Para mí es obvio.

P. Combe —Lo que Vd. está diciendo sobre la crisis y la resultante confusión en el mismo corazón de la Iglesia, me recuerda a mí algo que una vez dijo un gran teólogo, el Padre Lucio Rodrigo, Rector Emérito de la antigua Universidad de Comillas, en la diócesis de Santander.

Después de las apariciones de Garabandal, alrededor del año 1967, yo conocí a este jesuita y nos hicimos grandes amigos. Un día él me dijo:

“En Garabandal, la Santísima Virgen nos predijo la crisis sacerdotal y la gran confusión en la Iglesia. Estas profecías han llegado a ser verdad. Todo con una visión y una gravedad que nadie en esa pequeña aldea podía haber previsto, porque ni siquiera los teólogos, con todo el vasto conocimiento que tenemos, tuvimos la menor sospecha”.

Y este eminente teólogo agregó:

“Para mí, sólo eso, es una prueba más que suficiente de que el mensaje de Garabandal fue de origen sobrenatural”.

J. P. Venancio —Esta es una razón confiable e iluminante, aunque Garabandal no le faltan otras pruebas de credibilidad como Vd. bien sabe. Ahora dígame Padre, ¿ha tenido Vd. alguna noticia reciente sobre Conchita y sus compañeras? ¿Me quisiera decir, en su opinión, como piensa el Obispo de Santander y Roma sobre Garabandal?

P. Combe —En este momento yo le hice saber al ilustre prelado las pocas noticias que yo tenía.
Y así fue como terminó nuestra conversación.

P. Combe —Gracias sinceramente, Excelencia, por haberme proporcionado esta entrevista. Guardaré sus palabras en mi corazón como una fuente de alegría y paz. Pero antes de irme quisiera pedirle un último favor. Que me dé la bendición a mí y a mi grupo de peregrinos franceses.

J. P. Venancio —Con todo mi corazón. Primero a Vd. y después para su grupo.

P. Combe —De rodillas, recibí su bendición, después le di las gracias.

J. P. Venancio —La bendición a su grupo Vd. se la dará en mi nombre. Le doy permiso especial y le permito dar mi bendición episcopal a su grupo en mi nombre. Y en retorno quiero recibir yo la suya.

P. Combe —Yo me negué, todo confundido; sin embargo ante la insistencia del Obispo, que ya estaba de rodillas ante mí, accedí y así lo hice con gran emoción:

“Yo bendigo con todo mi corazón a este grande y santo Obispo de Fátima”.

¡Qué entrevista tan memorable!.

Doy fe ante Dios de que todos los detalles que aquí relato son ciertos. Esto lo dedico a todos los “trabajadores” de Nuestra Señora del Monte Carmelo para que sientan ánimo y también a todos los Obispos y Sacerdotes de la Iglesia.

Padre Alfred Combe,
Francia. 21 de julio de 1983

AMGD y la BVM
www.virgendegarabandal.com
www.pueblodemaria.com